| Una definición operativa, de comportamientos prosociales, aceptada por la comunidad científica es ésta: aquellas acciones que tienden a  beneficiar a otras personas, sin que exista la previsión de una  recompensa exterior.  Nosotros  estamos elaborando una definición más amplia que, por un lado,  comprenda no sólo la simplicidad del enfoque unidireccional, presente  en las primeras investigaciones, sino también la complejidad de las  acciones humanas en su vertiente relacional y sistémica y, por otro  lado, recoja dimensiones más culturales y susceptibles de una  aplicación en el campo social y político.  Aunque  un análisis riguroso del significado de los atributos : externo,  extrínseco o material, entraña dificultad, ésta aumenta cuando  intentamos introducirnos en posibles “recompensas permitidas” para el  sujeto autor que, en contraste según la definición deberían ser  internas,intrínsecas o inmateriales. En  nuestra definición actualizada de prosocialidad hemos tratado de  introducir un mayor rol del receptor como criterio de validez y  eficacia de la acción prosocial. En efecto, para que una acción pueda  considerarse prosocial, el receptor de la misma ha de aceptarla,  aprobarla y estar satisfecho con ella. A  nivel colectivo, en la funcionalidad de convivencia y armonía de las  personas, grupos y sociedades se asume que la abundancia de acciones  prosociales produciría una disminución de los comportamientos violentos. Ello  se deduciría en base a generalizar lo observable a nivel interpersonal,  en donde los comportamientos violentos, por ejemplo, en un joven con  desviación social, se interpretan producidos por falta de
                  disponibilidad en su repertorio de otros comportamientos alternativos positivos. En  el momento en que él dispusiera de conductas que resultaran efectivas  para la satisfacción de sus necesidades o para resolver sus
                  conflictos interpersonales, su frecuencia aumentaría, disminuyendo los comportamientos violentos. A nivel colectivo, además, se podría deducir que la frecuencia social de comportamientos prosociales produciría un efecto multiplicador, vía  aprendizaje por modelos, así como mediante la activación de una  percepción selectiva, o sencillamente por activación de una respuesta  al beneficio recibido, mediante lo cual se podría hacer recíproca.  Estaríamos frente a una mejora de calidad de las relaciones sociales. Pero  una cuestión interesante, como hemos mencionado anteriormente, es la de  penetrar en los efectos de los comportamientos prosociales precisamente  en sus autores. Para ello hemos recurrido al ámbito de la salud mental, como estado teórico funcional óptimo de la persona.  ¿El autor de la acción prosocial puede obtener beneficios puntuales o
                  duraderos para su salud mental ? Las emociones ocuparían un lugar importante entre los componentes de
                  esta salud mental y, según nuestros estudios, podrían constituir uno de  los campos donde podría producirse mayor beneficio. |